sábado, 20 de julio de 2013

25. Cordilleras y prominencia.

Además de indicarnos la relevancia geográfica individual de una montaña y por tanto su importancia, el estudio de las prominencias también puede servirnos para mostrarnos de forma fehaciente como de abrupta es una cordillera, ya que tanto mayor sean los rangos de prominencia de las montañas que la conforman, más agreste será la cordillera.

Así el número de montañas que posee una cordillera está directamente relacionado con los rangos de prominencia de estas mismas montañas. A rangos más altos, mayor número de montañas, y por lo tanto más abrupta será la cadena montañosa.

La erosión, efectuada principalmente por los glaciares, es un factor determinante para que una cordillera sea más o menos agreste. Para que se de la condición del glaciarismo en una cadena montañosa influye tanto la latitud como su altitud. Así las cordilleras más abruptas suelen estar situadas más cerca de los polos que del ecuador, como por ejemplo las Rocosas de Canadá, Escandinavia o Nueva Zelanda, o bien poseen elevaciones tan acusadas, por encima de los 5000 o 6000 metros, que les posibilita disponer de grandes cargas de hielo erosivo durante todo el año, como por ejemplo el Himalaya o los Andes del Perú.


Veamos un sencillo gráfico donde se esquematiza tres tipos de cordilleras.


Podemos comprobar como las tres cordilleras se asientan sobre un territorio de igual longitud y superficie, sin embargo, las tres cordilleras no cuentan con el mismo número de montañas y por lo tanto no son igual de agrestes entre ellas.

La cordillera A es la más suave de las tres, en el esquema tan sólo cuenta con tres montañas cuya prominencia es suficiente como para discernirlas como independientes. Este tipo de desarrollo es propio de cordilleras compuestas de montañas extensas y amplias pero con escasa verticalidad. Estas cordilleras pueden alcanzar grandes elevaciones pero por lo general con cimas aplanadas o alomadas, poco abruptas. El Atlas africano, las Montañas Rocosas estadounidenses o los Cárpatos pueden ser un buen ejemplo de este primer tipo de cordillera. 

La cordillera tipo B es una cadena montañosa de clase intermedia con rasgos ya propiamente alpinos. Sus montañas presentan con frecuencia paredes cortadas, debido a procesos erosivos de glaciares bien actuales, o bien del pasado, por glaciares extintos. En esta clase podemos incluir cordilleras como por ejemplo los Pirineos.

Finalmente la cordillera tipo C es una cordillera extremadamente alpina y agreste. Contiene multitud de montañas catalogadas como vértices, e infinidad de cimas de menor prominencia. Sus valles han sido pulidos por fuertes y prolongados procesos de glaciarismo. Sus montañas destacan por su verticalidad, con porcentajes por encima del 80% con relativa frecuencia. Los Alpes, las Montañas Rocosas del Canadá, el Karakorum o el Himalaya, son un buen ejemplo de este último tipo de cordilleras.



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