Además de indicarnos la relevancia geográfica individual de
una montaña y por tanto su importancia, el estudio de las prominencias también puede servirnos
para mostrarnos de forma fehaciente como de abrupta es una cordillera, ya que
tanto mayor sean los rangos de prominencia de las montañas que la conforman,
más agreste será la cordillera.
Así el número de montañas que posee una cordillera está
directamente relacionado con los rangos de prominencia de estas mismas montañas. A rangos más
altos, mayor número de montañas, y por lo tanto más abrupta será la cadena
montañosa.
La erosión, efectuada principalmente por los glaciares, es
un factor determinante para que una cordillera sea más o menos agreste. Para
que se de la condición del glaciarismo en una cadena montañosa influye tanto la
latitud como su altitud. Así las cordilleras más abruptas suelen
estar situadas más cerca de los polos que del ecuador, como por ejemplo las Rocosas de Canadá, Escandinavia o Nueva Zelanda, o bien poseen
elevaciones tan acusadas, por encima de los 5000 o 6000 metros, que les posibilita disponer de grandes cargas de
hielo erosivo durante todo el año, como por ejemplo el Himalaya o los Andes del Perú.
Veamos un sencillo gráfico donde se esquematiza tres tipos
de cordilleras.
Podemos comprobar como las tres cordilleras se asientan
sobre un territorio de igual longitud y superficie, sin embargo, las tres
cordilleras no cuentan con el mismo número de montañas y por lo tanto no son
igual de agrestes entre ellas.
La cordillera A es la más suave de las tres, en el esquema
tan sólo cuenta con tres montañas cuya prominencia es suficiente como para
discernirlas como independientes. Este tipo de desarrollo es propio de
cordilleras compuestas de montañas extensas y amplias pero con escasa
verticalidad. Estas cordilleras pueden alcanzar grandes elevaciones pero por lo
general con cimas aplanadas o alomadas, poco abruptas. El Atlas africano, las
Montañas Rocosas estadounidenses o los Cárpatos pueden ser un buen ejemplo de
este primer tipo de cordillera.
La cordillera tipo B es una cadena montañosa de clase
intermedia con rasgos ya propiamente alpinos. Sus montañas presentan con frecuencia
paredes cortadas, debido a procesos erosivos de glaciares bien actuales, o bien
del pasado, por glaciares extintos. En esta clase podemos incluir cordilleras
como por ejemplo los Pirineos.
Finalmente la cordillera tipo C es una cordillera
extremadamente alpina y agreste. Contiene multitud de montañas catalogadas como
vértices, e infinidad de cimas de menor prominencia. Sus valles han sido
pulidos por fuertes y prolongados procesos de glaciarismo. Sus montañas
destacan por su verticalidad, con porcentajes por encima del 80% con relativa
frecuencia. Los Alpes, las Montañas Rocosas del Canadá, el Karakorum o el
Himalaya, son un buen ejemplo de este último tipo de cordilleras.